¿Por qué el arte basado en la Inteligencia Artificial es menos auténtico?

 


La "muerte del arte" es un tropo recurrente. Es una historia que hemos escuchado muchas veces. Se dijo que el arte del teatro iba a morir con el cine, que el cine iba a morir con la TV, que la pintura iba a morir con la fotografía, … Si reemplazamos todo con las expresiones arte e IA, obtendremos un aforismo común y comodín: La IA matará la escritura, la novela, la poesía, el ensayo, la imagen, la pintura, el vídeo, … : si lo reemplazamos obtendríamos que "la IA mató al artista como actor y agente del proceso".

Pero ahora no es igual que las veces anteriores. La actual reiteración y la ansiedad consiguiente que se crea en torno al arte implica más que sucedió en las ocasiones previas. Ahora no es sólo el medio el que ha cambiado. Ha cambiado el proceso en sí, y posiblemente con ello el alma y el autor del proceso. El software de IA ¿es el autor?, tal como se concibe en términos clásicos la autoría. Porque tampoco está claro que lo sea el programador. Si aceptamos que es así, que la IA es el autor, lo que sucede es que obtenemos esta afirmación “la IA permite crear arte en segundos, reemplazando  la habilidad que se adquieren durante años y el trabajo invertido para ello”. Así al menos se percibe, aunque sería seriamente objetable si consideramos el trabajo invertido en introducir información en las grandes bases de datos, y todo lo que ha conllevado obtener esos ingentes repositorios y esos métodos en sus orígenes: los archivos y fuentes de documentación volcadas a Internet, de donde la IA se nuter. Pero sigamos con el supuesto de que es la IA quien lo crea y que es sólo en segundos.

Si lo hacemos así, llegaremos a la novedad clave del asunto: Con el arte de la IA hay un problema más fundamental. Se trata de que con ello se plantea una cuestión clave: el propósito del arte en sí

Sin embargo, hay caminos no trillados y apuestas sin hacer. La búsqueda está en otro lado quizá insospechado. El alma humana es infinita, tiene pliegues imprevistos. Al igual que sucedió con la fotografía, que no solo no acabó con la pintura sino que dio lugar al  impresionismo. Dando como resultado con ello a una modalidad del arte que iba más allá de lo simplemente figurativo y reproductivo, donde se averiguaba el alma de las imágenes. 

Pues bien, algo parecido puede suceder con la IA. Así podemos plantearnos: si con la aparición de la fotografía, surgió el impresionismo, ¿qué surgirá ahora, cuando cualquier combinación imaginable de colores y formas pueda crearse en tan solo unos segundos mediante un algoritmo? ¿Qué mundos habrá mientras tanto o entre esas combinaciones pero que no son ellas? Esa es otra derivada alternativa siguiendo el hilo de la muerte del arte.

Entre esos caminos no trillados están las sensaciones nuevas que se pueden crear. Así, el arte de IA captura sensaciones de asombro y admiración, despertando curiosidades latentes en nosotros y evocando misterios de un orden superior, cósmico que somos demasiado pequeños todavía para comprender, a pesar de que aunque no lo crean se hacen con rudimentos tecnológicos muy simples (los comandos arcaicos de los lenguajes de programación, como IF-THEN ELSE, UNTIL, DO-WHILE,… de Perl o Java).

Pálidamente podemos proponer una muestra sobre ese tipo de sensaciones. La serie de retratos de IA que ofrece MY MODERN MET, y que proponen cómo serían hoy, en su vejez, figuras públicas que fallecieron prematuramente.

Sin embargo esa no parece ser la tónica dominante. El público puede saltar indignado como si estuviera ante una gran fraude o una gran impostura cuando alguien se atribuye la creación de una IA, y cuanto más grande es el efecto de estar maravillado mayor es la rabia. Como ejemplo se puede plantear el caso de "Théâtre D'opéra Spatial", una obra que ganó el primer premio en la Colorado State Fair’s fine art competition. Representa a un grupo de personas mirando fijamente a un vacío brillante, calificado como una pintura renacentista. Para crearlo, solo se necesitaron algunas indicaciones de texto, un prompt, enviado a Midjourney, un software de IA. Un usuario de Twitter descubrió el engaño. 

El arte surgió en los templos, como forma de comunicarse con la deidad y esta con nosotros. Mediante la mano del artista arquitecto se levantaron agujas góticas que llegaban hasta el cielo, se representaban canecillos románicos que nos mostraban el pecado y su castigo, imágenes barrocas en las procesiones que explicaban y visualizaban la Pasión de Cristo, … qué pasará si desaparece la mano del hombre y es el algoritmo quien guía el cincel y la gubia, metafóricos, pues será impresión en 3D, del imaginero ¿Tiene el algoritmo alma para captar la esencia del evangelio, de su mensaje?

El arte surgió también como forma de trasmitir experiencias, sentimientos y anhelos en la literatura ¿Son creíbles cuando lo hace la máquina? ¿Qué pasa cuándo se descubre el cambio y se ve que no es un humano quien induce el sentimiento?

Son preguntas que quedan ahí y que intentaremos ir respondiendo parcialmente o perfilando en este blog. Pero no es la primera vez en la historia que estamos en una situación así. Ya sucedió al comienzo de la Era Industrial. Veamos.

Cuando algo se reproduce, reutiliza y regurgita con mucha facilidad, con tantísima como en este caso,  pierde parte de su esencia. Ese es el sentimiento común. Lo que no ha requerido esfuerzo o habilidades para su obtención se ve disminuido mucho en su valor. Esto es lo que argumentó el teórico cultural Walter Benjamin, casi un siglo antes de que existiera el arte de IA. Lo hizo aludiendo a la fácil reproducibilidad del arte en la era industrial, donde la reproducción de forma mecánica priva al arte de su "aura". Pero ¿no es esta la esencia del arte de IA: un bucle compulsivo, recurrente e infinito de imágenes, todas carentes del aura, ¿que las distingue como iteraciones de unas mismas pocas cosas? Podría decirse que nada nuevo, desafiante ni subversivo es posible cuando los medios para crear arte están controlados por las nueva grandes tecnologías. 

Sin embargo, los propios artistas se inspiran en la tradición, con lo ya hecho por otros, experimentan con el formato y juegan con las ideas, ¿acaso una máquina al hacerlo empeora las cosas o es menos ético?

Podría decirse que sí. Eso es al menos lo que ha sucedido hasta ahora, o hay un cierto consenso social sobre ello: Al supuesto arte producido por la IA le resta valor el propio proceso creativo. Que por su naturaleza contribuye a una cultura de contenido infinito, ubicuidad y velocidad que no es otra cosa lo que ha llegado a definir la cultura del consumo, en este caso al límite.

Y esa sería la conclusión: Puede que ya no tengamos que esperar a ver qué le sucede al arte cuando se lleva al extremo del consumismo; probablemente con la IA ya estemos en esa situación. 

 

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